La ciudad de los puentes se encuentra en el corazón de Colombia y lo es no porque sea cruzada por decenas de ríos y arroyos. No, fue su característica desde los años 1600, cuando había que agilizar la comunicación con y desde la gran ciudad y el sur de los territorios españoles. Descubierto el sitio en 1539 por Gonzalo Jiménez de Quesada y asociados, es lugar de defunción del alto Magdalena y cuna de la cuenca media. El último puerto, camino hacia Bogotá, donde hay que tomar fuerzas para subir al altiplano o impulso para explayarse en el valle entre las cordilleras Oriental y Central.
A 225 metros sobre el nivel del mar, Honda, o San Bartolomé de las Palmas de Honda, tiene 29 puentes para salvar la confluencia de los ríos Gualí, que cae del volcán nevado del Ruiz, y el Magdalena.
Poco después de su fundación, cobró importancia al convertirse por ubicación en el centro de distribución de mercancías hacia el sur. El llamado puerto interno de Cartagena, con dos puertos a su vez, Caracolí y Arrancaplumas.
Esta ciudad, monumento nacional, habitada solo por tres decenas de miles de personas, conserva parte de su arquitectura colonial y ese encanto que atrajo, en el agonizante siglo XIX, a decenas de ingleses, alemanes, italianos y sirio-libaneses, que escucharon en la lejanía de sus tierras el supuesto grito del oro y el ulular del tren.
Hoy su vida depende del comercio.
Al pie del puente López, don Fernando Díaz Cardozo, que nació y creció en este puerto, dice convencido que el puente Navarro, una estructura en madera y metal que ha sido reparada ya varias veces, es el más antiguo de Colombia sobre el Magdalena. Fue levantado por Bernardo Navarro en 1899. A su lado asienten dos parroquianos, arrellanados en las bancas de esa estructura sobre el hoy apacible Gualí, para calmar el calor de las cuatro de la tarde.
Al frente se asoma, de amarillo, el puente Agudelo y más allá se ve, orgulloso de su importancia aún, el de El Carmen, que sirve de paso hacia la capital y que toma su nombre de la catedral.
Ángela Inés Guzmán, en su libro La ciudad del río, relata que desde 1640 se hablaba de construir un puente de madera sobre el Gualí, que a poco se dañó. A 1711 la reparación había costado 838 patacones, demorándose dos años la obra.
Entre 1750 y 1800 el asunto de los puentes es recurrente. El del Gualí, alzado luego en piedra para asegurar su permanencia, fue víctima de una creciente, que en 1757 lo derribó. Había costado 56.000 pesos.
Fue a finales de los años 1800 y principios de los 1900 que Honda reforzó su imagen de ciudad de los puentes.
Estaban el Agudelo y el López, el Negro y el Pearson sobre el río Gualí. "El primero fue levantado en 1872 por don Alejandro Agudelo. El puente López fue construido por Pedro A. López, en remplazo del antiguo de San Francisco".
Otros fueron construidos en hierro entre 1903 y 1906 por la compañía inglesa del ferrocarril de La Dorada. El puente Negro servía para el paso del ferrocarril, que partía de la estación Bodega Sur en cercanías de la desembocadura del Gualí en el Magdalena.
Así, el río quedó incorporado al paisaje de la ciudad como parte integrante de su tejido urbano.
Recuerda Wikipedia, la enciclopedia virtual de construcción a mil manos, que un puente es una construcción, por lo general artificial, que permite salvar un accidente geográfico o cualquier otro obstáculo físico. Su diseño varía según su función y la naturaleza del terreno sobre el que el puente es construido.
Los de cuerdas los usó la civilización inca en Los Andes, antes de la colonización europea en el siglo XVI.
Después, la construcción no sufrió cambios sustanciales durante casi 2.000 años. La piedra y la madera se usaban casi de la misma manera durante la época napoleónica que en el reinado de Julio César, e incluso antes.
Su construcción evolucionó conforme las necesidades. Cuando Roma empezó a conquistar la mayor parte del mundo conocido, levantaba puentes de madera más o menos permanentes; cuando construyeron calzadas pavimentadas, alzaron puentes de piedra labrada.
"A la caída del Imperio Romano el arte sufrió un retroceso, por más de seis siglos. El hombre medieval veía en los ríos una defensa natural contra las invasiones, por lo que no consideraba necesario la construcción de los medios para salvarlos. El puente era un punto débil en el sistema defensivo feudal. Por lo tanto muchos de los que estaban construidos fueron desmantelados, y los pocos que quedaron estaban protegidos con fortificaciones".
El Navarro, registra la historia, sufrió los primeros moretones con el paso de las tropas durante la Guerra de los Mil Días.
En el siglo XVIII hubo muchas innovaciones en el diseño con vigas por parte de Hans Ulrich, Johannes Grubenmann, y otros. El primer libro de ingeniería para la construcción de estas estructuras fue escrito, según la enciclopedia, por Hubert Gautier en 1716.
Sonia Smith Quesada, una extrovertida niña de 11 años que cursa su 7° grado, dice muy posesionada de su historia, que el Navarro tiene 924 tablas y 5.544 remaches, 172 metros de largo, 35 de alto. "Y 3,5 de ancho", remata Liné Salcedo, su amiga de 8 años.
"Se cobraba un real por el paso de cada persona, 5 por cabeza de ganado. Pascasio Medina cobraba en Tolima, Lucio Rodríguez en el lado de Cundinamarca", dicen empujando cada una sus palabras dentro del relato de la otra. La historia se las ha contado el profesor Tiberio, en la Institución Educativa de Puerto Bogotá (Guaduas), al otro lado, comenta Asdrúbal Salguero, miembro más silencioso del pequeño grupo cazaturistas.
En el lado tolimense queda junto al puente el cerro Cacao, llamado así por sus bellotas, de donde sacaban la chuculaembola, una especie de bola de chocolate. Abajo del Navarro, que don Fernando cree anda muy descuidado, están los arcos del puente por donde pasó el acueducto que calmó la sed en las primeras centurias de Honda.
El poblado aborigen de los indios Onda y Gualíes, según un documento en la Biblioteca Luis Ángel Arango, "fue encontrado por Gonzalo Jiménez de Quesada y sus compañeros, Nicolás de Federman, Sebastián de Belalcázar y Antonio Lebrija, en los primeros días de junio de 1539. Para llegar al sitio, donde hoy se levanta la ciudad de Honda frente al río Grande de la Magdalena, tuvieron que esperar la fabricación de dos vergantines, diligenciar la adjudicación de la encomienda y hacer el transbordo para sortear el Salto de Honda".
Su ubicación, años más tarde, convirtió al puerto en la entrada al Nuevo Reino de Granada, estación forzosa para pasajeros y mercancías que llegaban o salían para Europa por Cartagena de Indias. Fue, entonces, puerto fluvial, comercial, importador y exportador, cuyo auge se prolongó hasta bien entrado el siglo XX.
Hoy es la ciudad de los puentes.
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*Periodista dedicado a temas educativos y científicos, que aprovecha los viajes en busca de estrellas fugaces y eclipses, a veces no vistos, para detallar un poco el paso por veredas y pueblos en ocasiones a borde de carretera, en las demás, sobre recodos por los que nunca retornó el olvido.
Degustador de historias de personajes ignorados y lugares que prefirieron enterrar sus palabras sin que nadie las leyera.
Amante de los gatos, que lo acompañan, silenciosos y pensantes, al pie de un telescopio o curioseando unos binoculares.
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Tomado de:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/G/g_honda_marzo30_2008/g_honda_marzo30_2008.asp
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