sábado, 28 de enero de 2017

Si el Dr. Alfonso Reyes Echandia hubiese venido a Honda como lo tenía acordado, se habría salvado de la masacre del Palacio de Justicia

Alfonso Reyes Echandia

"El Presidente de la Corte Suprema, Alfonso  Reyes  Echandia , ordinariamente  no iba  a la Corte  los miércoles porque  trabajaba  desde  su residencia , pero el 6 de noviembre asistió para coordinar  con su magistrado auxiliar, Emiro  Sandoval , lo que este debía  hacer en su ausencia    y  para  que  su secretaria le transcribiera  un discurso que pronunciaría en su colegio de Honda.Había  llegado al  Palacio  después  de  una  reunión en la Universidad Externado ,minutos antes del inicio  de la toma. Según afirma  su hijo Yesid Reyes , su padre  no tenía que estar ese día en la Corte".
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Tomado de;
 http://www.elheraldo.co/nacional/25-datos-impactantes-de-la-toma-del-palacio-de-justicia-que-revelo-la-comision-de-la-verdad

martes, 17 de enero de 2017

Crónicas de ilusiones, desencantos y viceversas (fragmento) por Jaime Cedano Roldan

Foto del río Magdalena a su paso por Honda y del puente que hace parte del camino hacia Bogotá.
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… “La carretera y el río nos traían noticias que no comprendíamos de campesinos que estaban desalambrando la tierra y de campesinos que se habían ido para lo más oscuro de las montañas para que no los mataran. Noticias de un médico argentino muerto en una tierra extraña llamada Bolivia, de la llegada del hombre a la luna, la muerte de un presidente a quien la abuela confundía con un actor de cine. Una noche salimos a la carretera a ver si podíamos ver los resplandores del sputnik que estaba surcando hacia el infinito. Eran los años sesenta. Un día domingo que nos dijeron que eran elecciones y no sabíamos qué se elegía vimos alborotados a los vecinos que todas las tardes se juntaban a jugar cartas o dados y que pescaban juntos. Pero no estaban jugando sino que discutían y manoteaban y hubo carreras y gritos y la policía llegó a calmarlos.Abríamos los ojos a la vida en una década maravillosa. Tormentosa y apasionada. Unos tiempos que marcarían la vida, la libertad y la muerte de miles y miles de jóvenes. Por delante de nuestros ojos pasaban muchas cosas que no entendíamos y que serían determinantes para el siguiente medio siglo del país. Allí, en esos acontecimientos, en los cadáveres que bajaban por el río, los campesinos que se ocultaron en la noche de las montañas, en los maestros que marchaban reclamando salarios, los vecinos que peleaban, los policías y soldados que estaban por todas partes, los hippies que pasaban buscando el paraíso, las octavillas secretas que circulaban misteriosamente y en todas esas noticias e historias que la carretera nos contaba o las que el rio arrojaba a la playa se estaba definiendo lo que seríamos. No lo sabíamos, ni teníamos idea de las cosas graves que estaban pasando pero algo se sentía en el ambiente. Tuvieron que pasar muchos años para entender lo que le había sucedido al primo Elísio Contreras al que una noche mataron a tiros en el parque central del cercano municipio de Guaduas con más de cincuenta balas que metieron en su inmenso cuerpo que dos días después fue sepultado por una airada muchedumbre que casi destroza el ataúd y el pueblo.
En la medida en que íbamos creciendo y salíamos más a las calles nos fuimos acostumbrando a los militares armados hasta los dientes que se veían siempre por todos lados y que aparecían con sus retenes en cualquier camino o en cualquier calle. Temíamos sus llegadas repentinas a los parques y plazas de mercado de los pueblos y barrios populares corriendo tras los jóvenes como si fueran animales de caza. Como a vacas los apretujaban en camiones y se los llevaban lejos muy lejos del pueblo a pagar el servicio militar. Algo raro pasaba en este país para que en el colegio cuando queríamos hablar de estas cosas teníamos que hacerlo medio escondidos en la platanera con todo el cuidado para que no nos pillaran. Allí empezamos a tener supuestas respuestas para lo que veíamos y escuchábamos en la carretera y en el rio y que no entendíamos. Y empezamos a conocer, a asombrarnos y a cabrearnos de un país donde no ser liberal o conservador no solo era extraño sino sospechoso. Pero sobre todo empezamos a conocer un poco de esa guerra silenciosa que en las más lejanas zonas agrarias se estaba desarrollando y que el país no conocía o no quería conocer y que se contaba mediante historias fantasmales en esas interminables noches sin alumbrado eléctrico. Las historias de la guerra se confundían o los mayores las confundían y mezclaban intencionalmente con los cuentos de espantos que cada noche les escuchábamos a las hermanas y a las tías que entretenían sus aburrimientos y solterías estimulando nuestros miedos y espantos. Historias como la del cura que aparecía de noche en las carreteras llevando en sus manos su propia cabeza o la de “La patasola”, una hermosa mujer que se aparecía en los bosques a pescar hombres incautos que luego devoraba hasta la muerte o en canciones consideradas malditas como aquella de “me gusta el ron de mi Lola, me gusta, me gusta Lola”, que en los pueblos del norte del Tolima decían que era la canción del diablo y que un anciano contaba que era la música que estaban bailando en una verbena popular organizada por la juventud comunista en la vereda “las delicias” del municipio del Líbano cuando llegaron los espantos de la noche y acabaron con todo el mundo y el rancho lo dejaron en llamas.
Y fuimos pasando del miedo a los espantos al miedo a lo que pasaba en la calle. Empezamos a tropezamos todos los días con las historias de las guerras y muy pronto empezamos a verla y sentirla cerca de nosotros. Así nos asomamos al activismo y la militancia estudiantil y política con el estigma que muchos años después llegamos a comprender de ser llamados como “la generación del estado de sitio”
 (Fragmento de uno de los relatos que hacen parte del libro PAZ EN COLOMBIA, crónicas de ilusiones, desencantos y viceversas).
Tomado de;
https://suenantimbresblog.wordpress.com/2017/01/17/cronicas-de-ilusiones-desencantos-y-viceversas-fragmento/

domingo, 1 de enero de 2017

Un regalo de navidad por Jaime Cedano Roldan

.Jaime  Cedano  Roldan  y  Fidel  Castro  Ruz 1992
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.Esta historia seguramente no tiene interés para nadie más allá de mi estrecho circulo familiar y tiene un poco o quizás mucho de vanidad. Lo sé y lo confieso pero a pesar de ello la voy a compartir
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En 1992 participé en La Habana, representando al comité central del Partido Comunista Colombiano, en un encuentro latinoamericano de solidaridad con la revolución cubana. Eran los momentos difíciles del “periodo especial” que sobrevino a la caída de la Unión Soviética con la que Cuba tenía sus mayores relaciones económicas. Aprovechando el encuentro se realizó una reunión del Grupo de Trabajo del Foro de Sao Paulo, ese extraordinario proceso de encuentro, coordinación y debate de los partidos de la izquierda latinoamericana que nace a raíz del colapso de la URSS como una necesidad de seguir recreando la utopía y de buscar la unidad de las izquierdas, compartir visiones políticas e ideológicas y encontrar un programa común en una región que no se rendía ante el colapso del socialismo que llevó a muchos partidos y movimientos a quitarle el rojo a la bandera, borrar la hoz y el martillo y a sonreirle acomplejados a los partidos del sistema. El Foro fue, y lo sigue siendo, un necesario espacio de debates, intercambios y de construcción de alianzas. Una maravillosa escuela de unidad. Nació el Foro en medio del auge de los movimientos sociales, las movilizaciones por el V centenario que empataron con las del bicentenario de las independencias que terminaron de rescatar el ideario de Bolívar y articularon el discurso de la segunda, verdadera y definitiva independencia. Diez años después de la constitución del Foro varios de sus partidos miembros estaban gobernando en Brasil, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Ecuador. Y Cuba, por supuesto.
En medio de la reunión del Grupo de trabajo del Foro, una especie de coordinación permanente compuesto por unos 15 partidos, entre ellos el PCC, recibimos una invitación para un encuentro con el comandante Fidel Castro en el Palacio de la revolución. A las 12 de la noche acompañado de Daniel Ortega, el histórico líder del FMLN, nos recibió Fidel en la puerta de palacio de donde salimos como a las cinco de la mañana embobados de escucharle y asombrados del conocimiento que tenía de cada uno de nuestros países. Al otro día los compañeros del PC cubano nos entregaron un sobre con una foto de cada uno de nosotros saludando a Fidel.


Y de esto era que quería hablar, de la foto. Durante varios años estuvo orgullosamente exhibida en el centro de la casa en la que vivía en Bogotá. Era lo más valioso de mostrar a las visitas. Pero la foto se perdió en los avatares de un cambio de casa. Durante años he estado pensando en como recuperarla. Se lo pregunté a varios dirigentes cubanos con los que me he encontrado en eventos y lo único que me decían era que tendría que ir a Cuba a buscar en los archivos. Una posibilidad cierta pero un poco remota por la delgadez del bolsillo. Este 24 de diciembre mi hija, que vive en Buenos Aires, vino a visitarnos. Volvimos a pasar una noche de navidad juntos después de 20 años. El mejor regalo que me trajo, además de sus abrazos y mimos, fue un viejo negativo que yo no recordaba que existía de la foto con Fidel. Un señor regalo..
Enero  1  de  2017.
Tomado de:
https://suenantimbresblog.wordpress.com/2017/01/01/un-regalo-de-navidad/

El ataúd de la Virgen relato de Blanca Flor Godoy

Ataúd  de  madera, parecido  en que  entregaban  para  sepultar a las  personas humildes

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De  niño  veía  siempre  en  las  casas  humildes, cuando había una  persona  fallecida,  el cuerpo estaba amortajado   sobre una mesa .  Luego  cuando  le iban  a sepultar  echaban el cuerpo  sobre una caja de madera , lo conducía  al cementerio  y allá  lo sacaban  y sepultaban el cuerpo solo con la mortaja.
Pero  leamos  lo que  nos  narro  Blanca  Flor  Godoy,  sobre  este  hecho denominado, "el ataúd  de la Virgen".
"La  gente  humilde  que  no tenía  con que  sepultar  su cadáver, amortajaba  el  cuerpo  el ataúd  de  madera.
El  muerto era  velado en  una  mesa,  y cuatro cirios, iban y  pedían  prestado  el  ataúd. La  depositaban, daban  la misa,  y  en  el cementerio  sacaban  el  cuerpo y  lo depositaba  en la tierra, cubriendo su  cara  con una tela.
Luego  devolvían  el ataúd a  quien  lo  había  prestado, y  a  los  cuatro  años  sacaban  los restos,  y  los  llevaban al osario mayor,  o  a los  osarios pequeños" (Julio/14/2014)
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Foto  de  ataud, bajado  de:
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