lunes, 27 de enero de 2020

“El Mohán me quitó los pantalones” por Alerta Tolima


Un pescador con más de cincuenta años de experiencia en el río, nos cuenta su historia.
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Los habitantes de Honda en el departamento del Tolima se preparan para la llegada de la subienda, una temporada en la que el río grande de La Magdalena les obsequia su más preciado tesoro: los peces.
La avenida Pacho Mario bordea la ribera del río, ella ha sido testigo mudo de un pasado de alegrías y tristezas; en la esquina de la primera bahía, lugar donde cuarenta años atrás estaba ubicada la discoteca Matachos, hoy, se encuentra un toldo en el que venden tinto, almojábanas y gaseosa. Allí encontramos a Raúl Rondón mirando embelesado y con nostalgia al río que lo vio crecer y envejecer.
Rondón es un veterano pescador con más de cincuenta años de experiencia y sesenta y tantos de vida. Desde muy niño sus padres le inculcaron amor, respeto y agradecimiento por las aguas de este afluente que es considerado la principal arteria fluvial de Colombia con sus 1540 km de longitud.
Raúl reconoce que, la paciencia y la práctica son claves para aprender el arte de la pesca, dones que heredó de su familia.

Uno de los peces más extraños que ha pescado es el Caloche, una especie parecida a una anguila, que no es muy común encontrar. Entre sus redes han caído Bagres de hasta 30 libras, Bocachico, Nicuros, Capaz, Blanquillos y otros.

Como pescador de largas jornadas dentro de las aguas del río Magdalena, tiene en su memoria unas vivencias que lo llevaron a creer que el Mohán o Poira, un personaje mítico del Tolima Grande, con larga cabellera, mirada penetrante y pícara que fuma un enorme tabaco, sí existe.
Según cuenta la leyenda, el Mohán vive a la orilla de los ríos, persiguiendo y raptando mujeres, sin embargo, una noche de pesca se le apareció a Raúl…
“El Mohán me asustó, pero me colaboró con la pesca, porque ya había pasado la subienda, cuando de pronto vi una sombra, solo una sombra, que estaba acurrucada y vi como una persona que fumaba y vi el humo del chicote, por eso supe que era el Mohán. Me dio muchísimo miedo, pero igual, me metí al río y eché un lance de atarraya que salió llenita de pescados”. Aun hoy Rondón está convencido de que el Poira le ayudó a obtener esa gran pesca.

También recuerda que en otra oportunidad ya habiendo pescado lo necesario, volvió a lanzar la atarraya a una “cama”, que es un espacio en el río que los pescadores limpian y acondicionan para atrapar más peces y tirar las redes sin que estas se atasquen en él. Esa noche la red se le atascó, Rondón se sumergió en el río y sintió que el Mohán le bajó los pantalones dejándolo desnudo.
“Creo que quiso decirme que ya con la pesca que había obtenido durante la jornada era suficiente, yo quería sacar más peces, pero después de ese susto tuve que dejar de pescar”
Para Raúl y otros pescadores el Mohán es el guardián y protector, dice: “El Mohán es para nosotros ese compañero que vigila nuestra labor y además mantiene lejos a las personas que le hacen daño a los ríos y a la naturaleza”
A pesar de estas dos experiencias extrañas, Raúl sigue pescando en las aguas del Magdalena, teniendo siempre en cuenta el cuidado y el respeto por la fuente de alimento que les proporciona y asegura que “el Mohán siempre será amigo del pescador y del río”

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