domingo, 26 de julio de 2020

Adiós, Jaime' por Felipe Lozano

Jaime Alfonso Torres Sánchez
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Pude verte otra vez. Yo estaba en una reunión fuera de la Tierra y desde la enorme ventana de la nave veíamos el planeta. Era la típica esfera azul con manchas verdes en medio de un fondo negro con salpicaduras blancas. Me quedé mirando a la Tierra un rato y noté que algo sobresalía en medio del verde continente que en ese momento nos daba la cara: había una pila de la que brotaba mucha agua.

Me acerqué más a la ventana y me incliné para enfocar mejor. Creí saber su ubicación. “¿Allí?”, me dije en voz alta y fue como si la pregunta me hubiera empujado bruscamente hacia el planeta, justo al punto donde estaba la pila. Comencé a perder mi cuerpo durante el aterrizaje hasta que me convertí en un soplido ligero y ágil que se abría paso entre las casas coloniales coloridas, de cuyos balcones colgaban las veraneras. Reconocí las calles y las viviendas y confirmé que la pregunta era a la vez una afirmación: sí, allí vi la pila de la que salía agua a borbotones. Era cuestión de doblar la esquina para llegar a tu casa de lata. Vi tu balcón y te encontré sentado en tu mecedora. Notaste mi presencia y te alegró tanto verme que sonreíste igual como la noche en la que te conté el incidente de la obra de teatro en la que fui Camilo Torres y el lío en el que me metí.


El viaje era veloz por mi condición volátil, pero me diste tu mano y quedamos suspendidos en el tiempo lo necesario para tomarnos con fuerza. Sentí tu tibieza y solo bastó ese último contacto para agradecerte por todo lo que hiciste. No era así el encuentro que te pedí en una carta que alcanzaste a leer antes de irte, pero aún estoy aprendiendo, Jaime, que no todo puede ser como quiero.

Soltamos nuestras manos y salí despedido a la deriva en ondas de colores a mi cama, donde desperté al lado de María, quien recuerda cómo nos dijiste adiós con tu mano esa noche en la que volviste a darnos alientos para vivir.
Te vi de nuevo, Jaime, feliz y tranquilo. En la oscuridad de mi cuarto y despierto, te dije adiós, sonriendo. El café que quedó pendiente ya no es tan importante: volví a verte y tuve el privilegio de que me hayas llamado para despedirte.
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Tomado del Facebook de  

Felipe Lozano julio 26 de 2020

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